Todos los días enfrentamos decisiones que afectan nuestra vida.
Desde lo más grande hasta lo más pequeño vamos conformando una guía para el Universo, la cual le indica hacia donde queremos ir y él nos lleva hasta ahí.
Cuando decidimos, nunca podemos dimensionar hasta donde llegarán las consecuencias de nuestros actos, no tenemos la panorámica del envento, sin embargo eso no debe ser impedimento para hacerlo, porque siempre es preciso tomar un rumbo para seguir adelante. No tenemos opción, la vida es eso una cadena de eventos interminables que no podemos ignorar, es inevitable.
Es preciso tomarnos un momento del día en el que estemos con nosotros mismos, en soledad y en silencio con Dios para auto-observarnos y tomar medidas de cómo manejaremos tal o cual situación y, lo mejor es dejar de enfocarnos en el problema en sí para abrir la mente encontrando nuevas direcciones.
"Abrir la mente", escuchamos esa frase a menudo y no siempre sabemos qué significa. Pensemos entonces en un desván. Una mente cerrada es como un desván con viejas y polvorientas ideas herencia de nuestros padres, familia, amigos y hasta desconocidos que en algún momento aceptamos dándoles un valioso espacio en nuestra mente; a decir verdad ese desván es nuestro subconsciente, que hemos olvidado pero que sigue activo.
¿Cómo? Cada idea que tenemos sin revisar en nuestra mente es una creencia que se manifiesta en nuestra realidad.
Es necesario abrir ese desván cada día para conservar lo que nos funciona, modificarlo o desecharlo si no es lo que queremos en absoluto.
¿Cómo? Cada idea que tenemos sin revisar en nuestra mente es una creencia que se manifiesta en nuestra realidad.
Es necesario abrir ese desván cada día para conservar lo que nos funciona, modificarlo o desecharlo si no es lo que queremos en absoluto.
Entonces, ¿Qué es abrir la mente? ES ABRIRLE UN CAUCE PARA QUE SE CONECTE CON NUESTRO CORAZÓN: quien lo sabe todo, lo que es para tu bien y lo que no. Si en esos momentos de soledad y silencio abres dicho cauce, TE ESTARÁS ENFOCANDO EN LAS SOLUCIONES, mismas que habitan ahí y no en el problema, porque la visión que el corazón tiene es panorámica pero éste se comunica contigo de la forma más sencilla: si es el camino que debes de seguir, te sentirás bien, si no es tu camino te sentirás mal. Entonces debes mantener las cosas simples y, debes pensar y sentir al mismo tiempo cuando estés enfocándote en soluciones, porque si lo hacemos en desequilibrio, es decir, si sólo usamos la mente sin meter el corazón, no tenemos los ojos de este ni su sentir para saber si lo que decidimos es para nuestro mayor bien, sobre todo si partimos del punto donde la mayor parte de nuestra mente está poblada con ideas ajenas que, por lo regular traen caminos que nos hacen padecer.
Neale Donald Walsh, menciona algo en su libro "Conversaciones con Dios" que te puede hacer sentido si decides empezar a dirigirte de esta manera.
Él nos habla acerca de tres Yo: el Yo del pasado, el Yo del presente y el Yo del futuro; con respecto al último, nos dice que cuando sentimos una corazonada acerca de no hacer algo, en este caso, una opresión en el pecho, es nuestro Yo del futuro que nos está avisando para que no tomemos ese camino PORQUE ÉL YA LO VIVIÓ Y SUPO QUE NO ERA BUENO. Es su forma de avisarte, de manera sencilla pero potente y sutil, que no camines ese sendero. Por otra parte cuando sientes paz o entusiasmo, es para decirte que vas bien, que continúes por ahí.
Si practicamos esto con frecuencia, notaremos esas señales de manera más clara y, podemos hacerlo sin miedo porque a fin de cuentas, ese Yo que nos alerta, no es otro más que Dios quien vive en nuestro corazón y sabe todos los caminos, incluso antes de que tú los hayas pensado.
Para serte de más ayuda, cada que lo necesites decreta lo siguiente:
"Si esto es para mi mayor bien, que venga. Si no lo es, que no venga".
Abre tu mente, abre su cauce al corazón y ve las cosas desde las infinitas soluciones que te brinda y no desde los problemas que están fabricados en tu mente.
Confía en tí.
Debra Oropeza